El papel que la mujer y el varón estaban llamados a desempeñar en la sociedad habían sido nítidamente diseñados, a lo largo de la historia, de acuerdo con lo que las características que se atribuían a uno y otro sexo, determinaban. La única referencia para la mujer era el hogar, atendiendo a su marido y a sus hijos. Para la mujer estaban reservadas únicamente las tareas que se realizaban en el espacio privado, a las que se otorgaba una menor consideración social.
El varón, por el contrario, estaba llamado a la acción y al protagonismo público, era educado para ellos, y se consideraban como tareas propias de su sexo el desempeño de una profesión, el derecho a manifestar públicamente sus opiniones, la posibilidad de actuar en política, o cualquier otra actividad que tuviera que ver con el ámbito público.
Por eso cuando se reguló la presencia femenina en la enseñanza primaria, los contenidos del currículo vinieron determinados por las exigencias de una división del trabajo que relegaba a las mujeres a las tareas del hogar. Así las materias fundamentales y la distribución del tiempo giraban en torno a las funciones domesticas asignadas. Una situación que se mantuvo por muchas décadas.
En el primer tercio siglo XX las mujeres no hace bachillerato que prepara personas para entra a la universidad sino otros estudios complementario que son considerados adecuado para las mujeres. El periodo siguiente, aunque marco las diferencias cuantitativas importantes en cuanto al porcentaje de mujeres trabajadoras o estudiantes no hizo un cambio significativo en las opciones elegidas pues las limitaciones para el acceso de las mujeres a determinadas profesiones.
Es verdad que su presencia ha aumentado significativamente en escuelas y universidades, círculos políticos que hasta muy poco tiempo, solo tenia acceso el varón. Y esto ha traído como consecuencia la ruptura de una imagen tradicional, que determinaban biológicamente sus capacidades y funciones. Pero ello no significa que ha desaparecido todas barreras.
En lo ámbito de lo educativo la situación ha cambiado paulatinamente. Hay un significativo aumento del carácter mixto de los centros de estudio y en la proporción de chicos y chicas que acceden a ellos; y a la vez en una mentalidad respecto el papel que la escuela puede asumir en el desarrollo de las capacidades individuales, conscientes de la dificultad de superar, posteriormente, una desigualdad de oportunidades educativas. La tarea que queda debajo es de oxigenar un profundo inconsciente heredado que negaba la capacidad intelectual de las mujeres
No obstante, no podemos afirmar que esta discriminación en los ámbitos de educación formal es un hecho ya superado. Los cambios han sido insuficientes. Sigue siendo frecuente tratar a unos y a otras de acuerdo con los roles diferenciados. Por eso, algunos rasgos del modelo de educación masculino y la discriminación para las alumnas todavía existen.
Han surgido, por tanto, nuevos interrogantes y problemas que alertan sobre como bajo la igualdad formal siguen actuando formas de discriminación que hacen que no se de un tratamiento que favorezca oportunidades para la igualdad y el desarrollo de la dignidad humana. Dentro de la escuela, aunque no dependiendo solo de ella, sigue actuando un modelo androcéntrico, es decir aquel que considera al varón como medida de todas las cosas. La permanencia de todos los chicos y chicas, durante un número de años cada vez más amplio, en las instituciones escolares, otorga una responsabilidad importante a la labor que en ellas se desarrolle, para colaborar a una acción que representa una ruptura con el pasado y que tiene que ver con pautas culturales tan profundamente arraigadas.
Los intentos por alertar a quienes se dedican a la educación (familias, profesorado, medios de comunicación, instancias sociales y políticas etc.) sobre los sutiles caminos a través de los cuales las chicas, como grupo son tratadas con desigualdad respecto a los chicos, u por indicar que este tratamiento parece tener un efecto perjudicial en las expectativas de las mujeres, es una tarea a la que hay que ir siendo mas sensibles. Cuando por ejemplo las chicas son orientadas a la pasividad, a la dependencia y al silencio, mas que a la actividad, a la autonomía o a la participación, entonces están recibiendo unas pautas, en ningún caso, provechosas.
El análisis de la mentalidad o mentalidades, alas que hay que incorporar el concepto de igualdad entre varones y mujeres que hoy se considera justo exige un importante esfuerzo para ir eliminado resistencias teóricas, y consecuencias practicas, que solo un trabajo constante puede ser capaz de superar.
Es importante un cambio de enfoque, para promover la igualdad:
i) Que permite a las mujeres proyectar sus capacidades en igualdad de condiciones con el otro sexo.
ii) Desde el derecho a elegir el tipo de educación y de actividad profesional al planteamiento de un ambiente escolar que, en su globalidad, responda a las exigencias especificas de cada persona con sus peculiaridades de nivel sociocultural, de raza y de sexo.
iii) Desde la motivación para que las mujeres realicen elecciones de estudios y de profesiones más diversificadas, a una mayor valoración de aquellos ámbitos sociales y profesionales en los que las mujeres tienen una presencia mayoritaria.
iv) Desde una necesaria presentacion de modelos de referencia femenina no tradicionales que permitan una identificación fuera de la tradicional con dicción femenina y que son camino para propiciar nuevas formas de visibilidad social de las mujeres. Reconociendo el derecho a ser diferente como un acto voluntario y libre, no como una exigencia impuesta por la historia, por los demás o por la propia limitación.
v) Desde una atención preferente a las mujeres adultas y alas jóvenes para que busquen de forma decidida nuevas vías, al diseño de un proceso de intervención en el que se integren todas las edades y de todos, no solo a ellos.
Vi) Desde la igualdad de oportunidades como un tema o como una disciplina separada dentro del conjunto del currículo, a una igualdad de oportunidades como una perspectiva integrada en cada una de las actividades escolares.
vii) Desde una búsqueda de equilibrios numéricos en la presencia de chicos y chicas en las diferentes carreras y en los éxitos académicas
viii) Desde un cambio de las mujeres que las lleve a ser mas como los hombres, lo que ha permitido integrarse con mayor éxito en una sociedad diseñada desde perspectivas masculinas, a una modificación de las estructuras de poder, que permita configurar una sociedad en la que cada persona puede integrarse desde sus características especificas.
ix) En definitiva, desde una escuela mixta en la que chicas y chicos comparten aulas, profesorado y currículo, a una escuela coeducativo en la que compartiendo todo lo anterior no se transmiten estereotipos de lo que hoy entendemos como género.
Una escuela y una educación libres de sesgos sexistas, no significa una nueva superposición sino que requiere:
- Una nueva visión en la que lo femenino y lo masculino sean consideradas categorías no hegemónicas, para poder diseñar un proyecto humano en lugar de un proyecto masculino o femenino.
- Un horizonte común de igualdad, entendida esta no como asimilación al varón, para evitar que se perpetué la desigualdad a través de un igualitarismo formalista que no ayudaría a comprender u superar la discriminación en función del sexo o de cualquier otra variable.
- La elaboración de un proyecto educativo integrador, en el que explícitamente se manifieste que no puede haber un destino social distinto en función del sexo, entendido como categoría sociocultural que ha marcado y distorsionado la percepción u la relación entre las personas.
EXPECTATIVAS DEL ROL EN UNIVERSITARI@S
El acceso generalizado de la mujer a la educación y el mercado de trabajo ha creado ciertas necesidades nuevas a nivel de estructuración familiar. El hombre fue concebido como la persona que debía sostener el hogar, él era el objeto principal de las investigaciones, y todo movimiento investigativa y vocacional lo tenía como su epicentro. De hecho, la minoría de las mujeres priorizaban el desarrollo como profesionales y no siempre fueron bien vistas. Ellas fueron etiquetadas en más de una ocasión como diferentes e incluso frustradas e insatisfechas (Fizgerald & Betz, 1983).
Hubo necesidad de que la mujer desarrolla y proyecta su vida profesionalmente determinando su interés por sus estudios como investigadores y teóricos en el ámbito vocacional. Hubo y todavía hay muchas variables que entre ellos son los itinerarios centrada y continuada que se basa en la profesión y que se diversifican en trayectorias diferenciales en la mujer. Entre estas variables estarían los roles debido a circunstancias como matrimonio, maternidad, crianza de los hijos etc. Las variables mencionadas, son aspectos que hasta hoy tiene influencia en las elecciones profesionales de los jóvenes, las expectativas sociales sobre la educación de las profesiones a uno sexo u otro sexo.
La sectorización de las profesiones de trabajo, por las desigualdades en las distribuciones por las distintas opciones del sistema educativo, son evidencias de las exclusiones que se ven en las instituciones educativas y en la sociedad.
Con el estereotipos ligados al sexo, han puesto una barrera tanto interna con un autoconcepto y sentimiento de autoeficacia. De hecho existe la desigualdad de distribución de hombres y mujeres en los puestos de mayor responsabilidad y prestigio, incluso donde existe un mayor porcentaje de mujeres como en el ámbito de la enseñanza.
Pero se puede notar que el rol parental es hoy, diferencial para hombres y mujeres al rol de madre, que ocupa substancialmente mas tiempo y esfuerzo que el rol de padre, (Gutek & al 1986). Hay que notar que en familias donde la pareja tienen un cargo profesional, señala la disponibilidad de ambos para acomodarse a la carrera profesional del otro. La mujer está generalmente más dispuesta que el hombre a adaptarse a las necesidades derivadas de la profesión del compañero. Pero en la misma tónica se puede ver una cierta ola que mueve en una dirección distinta a lo tradicional, de manera que se evidencia unas familias que han dado lugar a una serie de estilos diferentes de combinación de los roles, tanto profesionales como familiares.
En cuanto las responsabilidades, educativos los universitarios son más sensibles y se preocupan sobre los estudios de sus hijos; pero gasta mucho de su tiempo en ocupaciones externas y laborales.
TRAYECTORIA EDUCATIVA DE LA MUJER
El propósito es establecer, cómo puede contribuir la educación a transformar los roles sexuales de nuestra sociedad contemporánea, eliminando la persistente discriminación de la mujer y favoreciendo el crecimiento de seres humanos más armónicos y equilibrados. Se busca ayudar a construirse en libertad: dejando crecer al otro en lo que tiene de original y genuino, sin pretender absorber esa zona de autonomía personal que hace posible tal crecimiento. Esto constituye un reto y, en muchos casos, una meta social a la que con relativa facilidad se renuncia. El aislamiento físico, intelectual, psicológico, cultural, organizativo e incluso político que padecen en general (especialmente las mujeres en nombre de ‘amas de casa’) puede conducir a una alienación de la persona en la tarea y la función que la incapacite precisamente a establecer unas auténticas relaciones interpersonales, siendo incluso, origen de rupturas en familias y la sociedad entera. Por consiguiente, la descripción de la diferencias de género debe ser situada en un contexto y un tiempo determinados y considerada, no como punto de llegada, sino como punto de partida para el estudio del tema. Por eso mismo interesa la profundización del proceso de formación y las teorías explicativas del mismo.
La evolución social y el nuevo impulso del movimiento feminista en el mundo supusieron, después de la Segunda Guerra Mundial, un auge creciente de la educación mixta que se presenta como unos de los pilares básicos del principio de igualdad de oportunidades. Esta legislación occidental insiste en las garantías que deben arbitrarse para que las mujeres puedan acceder libremente a cualquiera nivel de estudios, cursar el mismo currículo que los hombres y disfrutar de los mismos recursos y medios educativos. Actualmente, existe ya a nivel mundial un movimiento de mujeres, con múltiples rostros y tendencias, y con capacidad de diálogo incansable para enfrentar las múltiples dificultades que siguen afectando a las mujeres de todo el mundo.
Mary Nash, que ha trabajado mucho sobre el tema de la mujer, señala una doble percepción del proceso educativo: como mecanismo sexista de definición y limitación de la trayectoria social femenina, y a la vez como instrumento clave en la mejora de la condición social de la mujer. En la actualidad, el planteamiento del tema de la educación femenina se articula a partir de un triple enfoque que contempla, el estudio histórico de la trayectoria de la educación femenina de cara a la comprensión de los mecanismos que influyen en el papel histórico de la mujer; el análisis del género de los sistemas educativos actuales a partir de la crítica del sexismo inherente, tanto en el contenido como en la practica docente, de cara a la rectificación de la carga discriminatoria con respecto a las mujeres; y, por último, la elaboración de un cuerpo de conocimientos no androcentricos mediante el desarrollo de los estudios en torno a la mujer (Womens’ Studies) como base para la creación de nuevos cánones culturales a partir de una visión del mundo que no margina o distorsiona la experiencia especifica de las mujeres y contempla, en cambio, las múltiples facetas del devenir femenino[2].
Existe la teoría del déficit genético según la cual habría ciertas capacidades intelectuales fundamentales que serian inexistentes o insuficientes entre las mujeres a causa de la diferencias de origen genético entre ellas y los hombres. Las investigaciones que avalan esta teoría están basadas en la superioridad de los hombres ‘en algunos tipos de problemas matemáticos. Se han atribuido estas diferencias bien a un gen específico, bien a un retardo en el desarrollo intelectual de las mujeres que les lleva a alcanzar más tarde el estadio de las operaciones formales[3]. Este argumento, por supuesto, sigue constituyendo una lucha y discusión inacabada y que se prolongará a lo largo de toda la vida. Sin embargo, una forma posible de avanzar consiste en tomar la conciencia del sexismo que existe en las instituciones educativas en muchas partes, las constantes críticas a la diferenciación del género, y las ofertas, no siempre cumplidas, de elementos de avance que ha supuesto la enseñanza mixta, valorando sus aportaciones en cambio de expectativas y actitudes de las mujeres y su posterior inserción profesional y social.
Las instituciones educativas han de constituir una experiencia de igualdad: de ella descubren las mujeres como la única salida posible para evadirse de la reclusión domestica, y para elevar las expectativas ocupacionales laborales. Se establece una serie de estrategias educativas que, de alguna forma, cambien las perspectivas en la tipificación, estereotipos y roles sexuales vividos en nuestra sociedad. Sin embargo, al intentar favorecer el avance femenino hacia campos inexplorados, el estudio académico de la mujer pone en cuestión la legitimidad de la discriminación sexual en ese campo, y, como consecuencia, en el social y laboral. Por ende, al abordar este tema, se trata de un problema estructural que afecta en primer lugar a la formación y calidad de vida de la mujer y, como consecuencia, a la de las personas que interactúan con ella. Por supuesto, siempre ha existido personas capaces de superar los condicionamientos y hacer compartible su función de ‘ama de casa’ con formación profunda y actualizada y con una acción social significativa.
Las iniciativas a favor de la mujer han avanzados últimamente con numerosas agencias no gubernamentales y movimientos feministas, junto a las políticas gubernamentales, compitiendo para desarrollarlas. Por ejemplo: recomendaciones generales hechas por los Gobiernos u Organizaciones Internacionales, elaboración de programas de educación no sexista, programas dirigidos específicamente desde Gabinetes de Orientación, educación sexual, formación del profesorado, educación integrada, etc. Las mujeres pueden y hacen importantes aportes en la construcción social, sin embargo, eso exige, atreverse a pensar nuevas y nuevos modos de conocer, atreverse a actuar en nuevos campos, atreverse a crear nuevas relaciones y organizaciones, atreverse a romper estereotipos, etc. En esto también se ha de intensificar una nueva manera de trabajar los movimientos en pro de la liberación de la mujer y situar esta lucha en un contexto más amplio, en el esfuerzo global por transformar las condiciones de vidas actuales y conseguir no solo mejoras socio-económicas sino un avance significativo de la democracia, de la justicia social, de la paz, y de los derechos humanos para todas las naciones y todos los pueblos.
Para eso se exige una formación permanente, la curiosidad e interés intelectual, lucha contra la inferioridad, relaciones renovadas y mejoradas basadas en la confianza, fortaleza interior, etc. Otros medios para esta formación pueden ser: grupos de discusión y reflexión; el apoyo mutuo; recursos de autoformación; compartir experiencias; las asociaciones y grupos intermedios; una nueva organización del tiempo y del trabajo; el establecimiento de relaciones amplias; el aprendizaje por la acción o el compromiso vivido, etc.
[1] FLECHA GARCÍA, Consuelo. Balance desde una historia heredada sobre las mujeres y la educación, en: La mujer, nueva realidad, respuestas nuevas, Consuelo Flecha – Isabel de Torres (Eds.), Fundación Castrovere, Nancea, Madrid, 1993, p. 221-231.
[2] BARTOLOMÉ PINA, Margarita. Trayectoria educativa de la mujer: la lucha inacabada, en: La mujer, nueva realidad, respuestas nuevas, Consuelo Flecha – Isabel de Torres (Eds.), Fundación Castrovere, Nancea, Madrid, 1993, p. 50.
[3] Ibid., p. 57.
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