Monday, 31 October 2022

HACERSE PAN PARTIDO Y COMPARTIDO PARA LOS DEMÁS


Ser misionero en el contexto que me encuentro es un reto que exige día a día un esfuerzo y una entrega sin límites, una disponibilidad a prueba de todo y tener las antenas bien puestas para captar la realidad de los acontecimientos y la posición correcta para afrontar con valentía apostólica cada situación que se da.


Cartagena del Chairá es un pueblo de campos verdes, valles extensos, ríos y cañadas que adornan el ambiente, en el que se descubre un lugar de riqueza inagotable, lleno de vida y de gente que quiere y busca el bien, con 96 veredas lejanas y con jóvenes dispuestos a entregarlo todo y con creatividad anunciar el Reino, con niños que quieren adquirir conocimientos para la vida, aunque muchas veces no tienen estas posibilidades.


Mi experiencia como sacerdote misionero de la Consolata me ha llevado a descubrir ampliamente que la gente está con el corazón dispuesto a recibir a un Dios que los acoge y comprende, un Dios cercano que escucha y que con sencillez le haga encontrar con su misericordia.
Ser instrumento de la misericordia de Dios es dedicar tiempo a la escucha y ser comprensivos, hoy no podemos dejar que por las múltiples tareas que tenemos saquemos esa excusa para no ver la humanidad necesitada, no tanto de consejos como de una persona amiga dispuesta a escuchar los problemas y las dificultades, y a la luz de la Palabra de Dios juntos descubrir su voluntad. Toda persona merece respeto, porque cada uno tiene sus propias dificultades y cruces.
El camino no es fácil, hay muchos momentos en que para salir a las veredas es casi que imposible pasar, pero Dios hace que estos obstáculos se puedan superar y para esto se necesitan los amigos y los instrumentos. Los amigos dan ánimo y alientan en la prueba y los instrumentos ayudan a allanar el camino para seguir.
Superada la prueba se sigue avanzando en búsqueda de la gente que espera al sacerdote; muchas veces se va a sitios lejanos y en el recorrido hay que tomar distintos medios de transporte, carro, luego lancha, moto, caballo y a pie… todo esto para llegar a un grupo de 10 o 15 personas que esperan la eucaristía y de la que sólo una recibe la comunión. ¿Desanimarse? No. Por una sola persona vale el sacrificio y el esfuerzo, porque Dios la ama y así ha pasado muchas veces, pero el testimonio ha hecho crecer el número de participantes y de confesiones. Hoy la gente cree más en el testimonio que en el discurso.
En este año de experiencia también he podido descubrir cómo es que el Señor me llama a ser instrumento de justicia, y proclamar con mi vida que Jesús sigue vivo y así testimoniar la fe que profeso, teniendo siempre en el corazón la certeza de ser enviado a llevar a todos al encuentro personal con quien los ama.
Aquí se descubre, que en realidad otro mundo si es posible, porque es posible el amor, el compartir, la solidaridad, el respeto, es posible Dios.
Cuando Dios se hace posible los imposibles no existen. La paz es posible si se desarman los corazones, si se empieza persona por persona, no una paz masiva, es cuando cada uno se concientiza de que es instrumento de paz para el hermano que está al lado. Con los jóvenes hemos venido caminando hacia un reconocimiento del amor de Dios por ellos que los invita a transformar las debilidades en fortalezas y a dimensionar la paz como esperanza de vida.
Soy un buscador constante de la justicia y la equidad, por eso trato de sembrar un ambiente en donde todos somos hermanos con los mismos derechos y deberes, y muy consciente de que únicamente desde un corazón nuevo y libre encontraremos a Dios.


He sentido muy potente la protección y el amor de Dios y su compañía en todas las experiencias, un Dios que se manifiesta en los rostros de los niños, adultos, gente campesina todos los que con sencillez porta la semilla de la palabra del Señor.


Lejos de mi tierra, alguien pudiera preguntar, pero que hace este hombre keniano en el corazón de Colombia? Sencillamente digo que el amor de Dios, el seguimiento del señor llama y llama para compartir la vida y hacerse pan partido y compartido en medio de los hermanos. Donde hay amor no hay nada que nos pueda detener.


Una de las frases bíblicas que hace que mi vida cada día permanezca en búsqueda es esta: “No creo haber conseguido ya la meta ni me considero un «perfecto», sino que prosigo mi carrera hasta conquistar, puesto que ya he sido conquistado por Cristo” Fil 3,12. Aquí encuentro mi fuerza en esta misión en la que descubro que realmente he sido alcanzado por Cristo para que por mi entrega también muchos se dejen alcanzar y amar por El. Es una entrega que exige desprendimiento de todo, principalmente de uno mismo, porque cuando uno quiere descansar o hacer otras cosas distintas, llega alguien en búsqueda de escucha, aquí es el momento para compartir las bendiciones recibidas y ser canal de gracia para que Dios se haga realidad.


Mi búsqueda se basa en tratar de ayudar a construir una sociedad equitativa, en el amor y en la fraternidad, por eso lucho con fuerza y con decisión y en mi lugar de trabajo intento por todos los medios que están a mi alcance para que se construya el Reino de Dios desde los pequeños gestos de fe, de caridad y de misericordia.


Aquí hay lugar a tantas historias de vida, tanta gente que desde la humildad y la sencillez manifiesta la necesidad del Dios de la vida y de la paz. Los niños, que desde su inocencia y su energía quieren aprender a conocer y amar a Dios, los jóvenes quienes descubren que hay algo más allá de lo que alcanzan a percibir y que buscan en el encuentro con otros jóvenes un espacio para interiorizar la vida y la fe, ellos con su entusiasmo y disponibilidad quieren llegar a una meta que les haga felices.


Los adultos con sus preocupaciones, sus alegrías, sus experiencias y sus esperanzas que luchan por un mundo en paz, que dan lo mejor de sí mismos para la transformación de la sociedad. No es fácil, porque como en todas partes hay siempre obstáculos que interfieren en esta búsqueda, pero lo que sí es fácil es dejar todo en manos de Dios; tratar de ser profetas aún en medio de la adversidad.


En la vida siempre hay dos caminos, el del bien y el del mal; la tarea de un misionero es mostrar el camino del bien y tratar de contagiar con su vida que vale arriesgarlo todo para llegar a la verdadera Vida. Pero ¿que contiene este camino del bien?
Consiste en llevar en alto la bandera de Cristo vivo y resucitado, dispuesto a acoger a todos, en amar como él nos enseñó, en la sencillez de vida y en el perdón diario.

Todo camino empieza poco a poco, con paciencia, con mucha paciencia; primero se hace una “trocha”. Una trocha en la que hay que armarse de valor para abrir caminos, en la misión es necesario abrir caminos, caminos de solidaridad y de compartir, y esto lo hemos hecho con algo muy sencillo como es un dulce. Cada domingo al terminar la eucaristía las personas llevan a casa un dulce con el compromiso de compartir algo con los necesitados y con lo que han compartido, muchas personas han tenido algo para su sustento diario, esto es abrir una trocha, un camino.


Pero hay que tener en cuenta que ante todo para formar camino se necesita constancia, aquí está el reto: Ser constantes, constantes en la respuesta y en la búsqueda de la voluntad de Dios, en la búsqueda de la paz.


En la misión se necesita forjar desde dentro un lugar de paz y de fraternidad, por eso es tan importante la vida en comunidad y encontrar dentro grupo comunitario un espacio de luz y de ayuda mutua, en el que se tome la fuerza para testimoniar afuera lo que se vive. He aquí una historia que nos puede ayudar a descubrir lo que es la fuerza comunitaria en la misión.


“Cierta noche un hombre se dispone a salir de casa para asistir a una reunión a la que fue invitado, pero justo en el momento en que va a salir de casa, se va la energía eléctrica y las luces se apagan. En su camino hacia la puerta se le caen las llaves y comienza la búsqueda. Por más que lo intenta no las encuentra. A gatas, introduce la mano a tientas en todos los rincones posibles y nada. El hombre se incorpora y en ese momento se da cuenta que en la calle hay luz y entonces decide que no tiene sentido buscar las llaves en la oscuridad y que lo más sensato es buscarlas donde hay luz.
Sale al jardín y allí comienza a buscar nuevamente las llaves. Un vecino que lo observa le pregunta:
- ¿Qué haces, Juan?
- Estoy buscando las llaves del auto que se me cayeron -contestó Juan mientras seguía con su búsqueda.
- Espera, te voy a ayudar - de pronto ambos hombres se encontraban buscando las llaves que no aparecían por ninguna parte.
- Oye, Juan, exactamente, ¿dónde se te cayeron? - preguntó el vecino al ver que en el recién podado césped las llaves no aparecían.
- Se me cayeron dentro de la casa
- Pero, si las perdiste dentro de tu casa, ¿por qué las buscas en el jardín? -preguntó atónito el vecino.
- Es que adentro está oscuro y no puedo ver nada, en cambio, aquí afuera, hay luz y todo está a la vista.
El vecino se marchó pensando que Juan se había vuelto loco”



Así es, somos locos si buscamos fuera de la comunidad la fuerza para ir a la misión, si buscamos fuera de la oración la fortaleza para superar las dificultades, si buscamos fuera de nuestro corazón la motivación para entregarnos con pasión a la misión, por eso, así como el cemento es lo que sostiene una construcción, que sea Cristo vivo y resucitado quien nos impulse a buscar dentro para dar a los demás, porque el mundo nos necesita, está esperando con ansiedad tu respuesta y mi respuesta fiel, alegre y perseverante.
Termino mi reflexión con Filipenses 4, 11-12: “No lo digo movido por la necesidad, pues he aprendido a contentarme con lo que tengo. Sé andar escaso y sobrado. Estoy avezado a todo y en todo: a la saciedad y al hambre; a la abundancia y a la privación. Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.


Queridos hermanos, que nuestra misión sea vivir siempre guiados por la misericordia, la justicia y la caridad.



P. Kiptum Too




No comments: