Wednesday, 22 November 2017

MORAL DESDE LA PERSPECTIVA RELIGIOSA.

1. INTRODUCCION

Presentar una moral hoy en día tiene sus riesgos porque muchas han sido las críticas que se han dado a la moral cristiana, en especial a los manuales clásicos que resultan insuficientes e inadecuados para dar respuesta a la sociedad actual. Pero, es a partir del Concilio Vaticano II que se abrió la puerta para la reforma de la moral. Tradicionalmente, la moral presentaba los criterios básicos para la valoración de la conducta cristiana desde unos principios generales. Actualmente se habla de una pluralidad que trae consigo un rechazo generalizado a vivir desde normas impuestas que no se comprenden, y por el contrario el sujeto moral desea tener una explicación para saber no sólo el cómo, sino el por qué tiene que actuar de una manera determinada. Aunque no guste mucho, ya se superó la etapa en que las normas de conducta se aceptaban por la autoridad de quien las imponía, pues una ética no puede ser buena por el simple hecho de ser mandada.

Por otro lado, tampoco se puede, como creyentes, renunciar a la dimensión religiosa de nuestra conducta. Una ética puramente natural marginaría aspectos esenciales de la fe, la revelación de Dios y el evangelio de Jesús, y éstos no son datos marginales o secundarios de la moral cristiana. Por ello, se ve la necesidad de armonizar ambas dimensiones –la humana y la religiosa-, pues en el hoy hay una exigencia de que la moral no pierda su carácter trascendental y al mismo tiempo que sus contenidos sean razonables y comprensibles para el hombre y la mujer actual. En este sentido, en el presente texto se presenta en primer lugar el estado de la moral. Después se plantea el lugar teológico de la moral. Luego, se comenta la base antropológica de la moral cristiana y el seguimiento de Cristo. Y finalmente se reflexiona sobre algunos contenidos fundamentales de la moral.

2. Estado actual de la moral

1.1 ¿De dónde venimos?

La historia de la humanidad nos habla de diferentes épocas donde el ser humano ha vivido la actividad moral con diferentes acentos; aunque no podemos abarcar todo el conjunto, existen algunos aspectos más relevantes en las diferentes épocas de la historia israelita y cristiana y son:

Antiguo Testamento: En la época anterior a la monarquía, la moral estaba vinculada al valor social, la fidelidad al único Señor a través de la ley del Sinaí, el Decálogo. En la época monárquica, está la experiencia de guías carismáticos, el rey y el templo, con lo que se introducen mediaciones explícitas para el cumplimiento de la ley. Durante el profetismo se busca la conversión moral y la coherencia de vida. Y en el exilio y posexilio, se exalta la comunión con Dios como medida de la justicia a partir de la obediencia a la Torah; las escrituras son la fuente principal del conocimiento moral y sus preceptos abarcan todas las situaciones de la vida pues son considerados de inspiración divina.

Nuevo Testamento: La comunidad cristina centra su fe en el Kerygma. Jesús de Nazaret es proclamado como el Cristo y por tanto toda su vida, gestos, palabras, enseñanzas y decisiones constituyen la base de la moral cristiana de la primera época.

Época patrística: Se rechaza el legalismo de la ley judía, se introduce el cristianismo en el mundo helénico y es allí donde la motivación de la moral es cristocéntrica, la cual tiene como referencia a la gracia dada en Cristo.

Época del Renacimiento: Aunque se continúa el espíritu de los Padres, hay una conversión a la penitencia privada, se crean los libros penitenciales y se introduce la casuística: cada culpa tenía su penitencia. La moral se vivía en una especie de mínimo legal, que llevó a una división entre fe y moral.

Época del Concilio de Trento: Por la reforma protestante se propone una vuelta a las fuentes de la Sagrada Escritura. A nivel moral se ratifica el sacramento de la penitencia, formulando la moral entorno a los diez mandamientos y con el esquema de estos se redactan otros manuales para los penitentes. Continúa un espíritu de legalismo.

Época del Concilio Vaticano II: El Vaticano II se pronuncia a favor de una renovación de la moral, invita a compaginar los conocimientos de las otras ciencias y doctrinas con la ciencia sagrada para que se busque el modo más apropiado de comunicar la doctrina cristiana .

1.2 ¿Dónde estamos?

La historia de la humanidad nos pone de relieve como la Teología Moral se enfrentó con los pensamientos y desafíos de cada época. Actualmente se habla que la moral está en crisis: Por un lado tiene que ver con el derrumbe de los valores perennes, ligados a esquemas ya superados; y por otro lado, a una evolución en cuanto a la búsqueda de valores o una distinta expresión de los valores perennes.

Entonces, la reflexión moral no se puede hacer lejos del contexto en la cual se inscribe porque su análisis está condicionado por el ambiente histórico. La moral actual es fruto de una sociedad que está en constante evolución y que también tiene serios retos en su constitución, como son: las ciudades convertidas en metrópolis, aquejadas por la sobrepoblación, que tienen diferentes rostros: el asalariado, el desempleado, el barrio rico y el barrio de la periferia, todo esto aumentan las diferencias, con bastantes excesos en Latinoamérica. Las instituciones tradicionales de la sociedad (política, matrimonio, Iglesia) están bajo sospecha. Se ha dado el avance en los roles de la sociedad destacando el papel de la mujer. La tecnología permite mayores progresos en la comunicación, aunque son unos pocos los que pueden disfrutar de esto. A esto se añade el sistema neoliberal y el la creciente separación mundial entre norte y sur que cada vez deja más pobres y más diferencias. Las ideologías tradicionales no satisfacen a las personas y cada vez se buscan nuevos paradigmas, pero, al mismo tiempo se encuentra la conciencia más viva de la dignidad de toda persona.

Estamos viviendo un tiempo de grandes y acelerados cambios que claman por respuestas a preguntas que desestabiliza la seguridad. Aquí, el cristiano se plantea el interrogante de su identidad: ¿Cómo tiene que vivir? ¿Qué tiene que aportar un cristiano a esta sociedad? Preguntas que han conducido a nuevos frutos a nivel moral; es decir, “en estos últimos tiempos la reflexión moral ha evolucionado desde lo especulativo hacia lo práxico, desde el interés por lo lícito hacia la responsabilidad de la conciencia en un tiempo de profundos cambios, desde una ética centrada en la perfección del individuo hacia la formación de personas que se comprometen con la humanización de la sociedad mediante acciones concretas” .

En la actualidad se destacan las diferentes líneas de fuerza en el discurso de la moral cristiana, las cuales están centradas en: la Persona de Jesús; la apertura al Espíritu y su presencia en la historia; una moral que invita a la conversión porque no niega la realidad del pecado; la finalidad de la moral que es la liberación de la persona y la búsqueda de su humanización; reconocer la responsabilidad humana y preocuparse por las situaciones históricas; la opción preferencial por los pobres, donde el análisis específico del continente Latinoamericano, el cual no pretende excluir a nadie, prioriza la opción solidaria por la praxis cristiana en este continente.

2. El lugar teológico de la moral

2.1 Moral vs Ética

Los términos ética y moral están sujetos a diversos convencionalismos en donde cada autor, época o corriente filosófica se refieren de distintas maneras. Moral es un término que proviene del latín mos-moris. “Inicialmente, el término latino mos significaba únicamente costumbre; pero más tarde se empleó también para traducir el significado griego de ethos, con el que se aludía a lo que hoy en día entendemos por ética” . A lo largo del tiempo se ha tenido una vinculación entre moral y ética, sin llegar a tener claridad sobre el real significado de cada uno de los términos. En algunos contextos la “ética se reserva para la aproximación social o filosófica, y moral se utiliza para la consideración religiosa; en otras ocasiones, ética indica el estudio sobre la justificación de la normas de comportamiento, mientras que moral se refiere a los códigos concretos del comportamiento humano” .

La moral es “la necesaria mediación práxica de la fe” y tiene como sustento el seguimiento histórico de Cristo. La moral se refiere a las costumbres de una comunidad y ética a la reflexión sobre lo moral, ya sea desde el campo de la filosofía o de la teología. Por tanto, la moral es el conjunto de hábitos, valores y pautas de acción que cada generación transmite a la siguiente porque constituye su manera de concebir la vida buena, y se vive y se aprende dentro de la tradición de cada comunidad y forma de vida. Detrás de la definición de ética está el convencimiento de que “al fin y al cabo, si la filosofía es la ciencia o el saber de la totalidad, la ética, en cuanto saber sobre lo bueno que ha de asumir el hombre por ser tal, entra de lleno en el universo de la filosofía” . Sin embargo, la ética es la actividad reflexiva que examina los criterios morales; supone la constitución de un saber que piensa el sentido del actuar concreto; y es una reflexión sistemática sobre el sentido y los problemas de las prácticas morales cotidianas.
Con lo dicho anteriormente, afirmamos que hablar del sujeto ético en cuanto cristiano y del sujeto cristiano en cuanto sujeto ético es la novedad de la misma dimensión ética que tiene al ser humano como aquel que vive su fe en la misma dimensión ética en la que las personas viven su humanidad. Aquí, ¿Qué es la teología moral? La teología moral parte de la compresión de la moral, y es la reflexión teológica sobre el hecho moral actual dentro de la pertinencia que exige la sociedad en la que vivimos, a la luz de una tradición de fe y a la luz de la tradición bíblica. Desde mediados del siglo XIX se dio un paulatino cambio de perspectiva que acentuó el carácter propiamente cristiano, evangélico, espiritual, de la reflexión y de la vida moral. Ya no se tiene el método casuístico, sino que la moral se consolidó a partir de algunos documentos, especialmente la constitución sobre “la Iglesia en el mundo de hoy”, Gaudium et Spes (GS). En este sentido, la Teología Moral, aunque es un apartado específico dentro de la teología, forma parte del sistema teológico general y tiene relación con las demás áreas de la teología, de las que se alimenta y a su vez enriquece. No obstante, no se debe quedar únicamente en el escenario de lo teológico sino que debe interactuar con las ciencias humanas, con las filosofías modernas y con la ética civil, de tal manera que se abran sus perspectivas para una mejor comprensión del comportamiento humano.

2.2 Teología Moral a la luz del Concilio Vaticano II

A partir del Concilio Vaticano II se originó un proceso profundamente renovador de la Teología Moral y de su metodología, y precisa: “Aplíquese un cuidado especial en perfeccionar la teología moral, cuya exposición científica, más nutrida de la doctrina de la Sagrada Escritura, explique la grandeza de la vocación de los fieles en Cristo, y la obligación que tienen de producir su fruto para la vida del mundo en la caridad” . La vocación, según el texto de Optatam Totius (OT), es vocación en Cristo. Entonces, la persona de Cristo es lo central en la reflexión moral. Por tanto, Vaticano II “exigiendo que la persona de Cristo sea el centro de la teología moral, quiere que se dé mucha más importancia a la plenitud e integridad de la relación entre el hombre que existe en Cristo y Dios” . En Jesucristo encontramos la norma suprema de la moralidad, así como la inspiración de fondo y la principal motivación para vivir en plenitud la propia dimensión moral, cuya meta última es, precisamente, la vida eterna en Cristo. Pero la vida moral, como respuesta a la vocación divina en Cristo, implica obligación de producir frutos para la vida del mundo en la caridad; es decir, los hombres y mujeres de la sociedad tienen la misión de dar razón de la fe y esperanza cristiana en un mundo que se encuentra en constantes cambios. De igual manera, la Iglesia debe estar comprometida a “impulsar la edificación de un mundo más justo y humano en el que pueda manifestarse de alguna manera el reino de Dios” .

Después del Concilio Vaticano II no hay justificación alguna para que los cristianos vivan su fe de manera intimista dando la espalda al mundo. Se trata de actuar en medio de una sociedad moderna que no solo hace referencia a todo el proceso de secularización sino que pretenden acabar al ser humano como sujeto de la historia. No es suficiente hacer unas cuantas consideraciones piadosas, ni analizar “casos” de moral a la luz de algunos principios previamente asumidos. El punto de partida es el seguimiento de Cristo Jesús en el que la persona se adhiere plenamente a la persona de Jesús, comparte su vida, su destino y participa de la obediencia libre y amorosa de la voluntad del Padre. “Seguimiento no significa sólo ser algo con Cristo, es seguir la misma suerte que él, y sobre todo tener con él comunidad de vida y de salvación” . Así, Cristo da la pauta de la moralidad de la vida entera que tiene como centro la moral en la caridad, en la cual los cristianos hallan la obligación de dar frutos; es decir, la responsabilidad que cada persona tiene hacia lo otro y los otros. Entonces, el actuar moral del ser humano, además de desarrollar los valores personales, compromete la responsabilidad ante Dios, ante el prójimo y la sociedad en que se vive, y sobre la que irradian no sólo las decisiones morales particulares, sino todo el ser moral y responsable de la persona en relación con el otro.

3. Base antropológica de la moral cristiana y seguimiento de Cristo

3.1 El sujeto de la moralidad

El ser humano es ético por naturaleza porque su vida toma la orientación que él le quiera dar a su existencia. “Nacemos sin estar hechos y la moral no es sino el estilo de vida que cada uno elige en coherencia con su propio proyecto. La revelación tiene una palabra iluminadora que nos explica cuál es el destino al que Dios nos invita” . La moral es la respuesta comprometida del cristiano a la llamada de Dios para vivir unas relaciones amistosas y fieles. Por eso, el ser humano aparece como eikon de Dios, hecho a su “semejanza”, como reflejo de la imagen del Padre . Esta semejanza exige no una imitación, sino una configuración con el modelo porque la moral cristiana no es la obediencia a un precepto o la sumisión a unos valores, sino la conformidad creciente con una Persona: Jesucristo. De esta manera, el cristiano es el hombre nuevo seguidor de Cristo. Por tanto, la moral cristiana brota de la naturaleza del hombre como de la Palabra revelada.

3.2 Vocación Cristiana al seguimiento de Cristo

El seguimiento de Jesucristo “es el fundamento esencial y original de la moral cristiana” , porque constituye la respuesta histórica al llamado de Jesús “ven y sígueme”. El seguimiento se entiende en términos de un diálogo interpersonal ya que no cosiste en la comunión con una idea o concepto, sino la relación con la persona de Jesucristo e implica “estar con” y “vivir según”, ya que de la relación con Jesús nace un estilo de vida que se expresa de manera auténtica y coherente .

El Vaticano II impulsó la visión cristocéntrica de la moral y la carta encíclica del Papa Juan Pablo II Veritatis Splendor en 1993 ratifica que “no se trata solamente de escuchar una enseñanza y de cumplir un mandamiento, sino de algo mucho más radical, adherirse a la persona misma de Jesús, compartir su vida y su destino, participar de su obediencia libre y amorosa a la voluntad del Padre” . Por eso, toda la encíclica gira en torno a Aquel que “solo es bueno” y le reconoce como principio y fundamento de la moral cristiana. La encíclica también definirá que el contenido de la Teología Moral no consiste tanto en estudiar principios y normas, sino en presentar la buena noticia del vivir cristiano, que es esencialmente gracia de Cristo muerto y resucitado y fruto del Espíritu.


4. Contenidos fundamentales de la moral

La moral cristiana, se fundamenta en Jesús y en su seguimiento. “El centro, norma y finalidad de la Teología Moral cristiana es Cristo. Cristo en persona es la verdadera y auténtica ley del cristiano, puesto que es Cristo su único Señor y Salvador. Por El y en El tenemos la ley de esta vida” . Entonces, el núcleo de la Teología Moral cristiana es el seguimiento de Jesús, y tiene como finalidad la construcción del Reino de Dios que es la orientación propia del comportamiento moral cristiano. El camino de seguimiento a Jesús no depende de la aceptación de contenidos de fe, sino “de la conducta que se adopte frente al prójimo, en especial, el más pobre” . Por tanto, la moral cristiana se refiere a los comportamientos humanos y en ello la ética permite concretizar la moral. ¿Cómo se da esto? Esto se da a partir de una actitud responsable y consciente que tiene el ser humano desde su condición de ser libre. En este sentido, una decisión responsable es fruto de la libertad humana como respuesta al proyecto de Dios sobre la humanidad.

No obstante, antes de precisar lo que implica la responsabilidad, es importante hablar sobre la conciencia moral, y para ello debemos remitirnos a Emanuel Kant quien sacó a la luz la problemática de la conciencia moral. Kant buscaba distinguir entre conciencia moral y juicio moral. Siguiendo la perspectiva kantiana, “la conciencia moral aparece como un tribunal interno, como el Dios presente dentro del hombre” ; pero el problema de este planteamiento es que lleva a un subjetivismo, más aún cuando se llega a afirmar que la conciencia moral es infalible, a diferencia del juicio moral. Así, en el ámbito del juicio moral, el sujeto corre el riesgo de equivocarse. Klaus Demmer precisa que el Magisterio de la Iglesia ha mostrado una preocupación por la formación de la conciencia, la cual es una tarea que ocupa toda la vida.

A este nivel, la Teología Moral toma el aporte de la psicología comprensiva y de la psicología humanista, representados en Piaget y Kohlberg, quienes rescatan el valor de la seguridad emocional como necesaria para lograr una conciencia moral madura y adulta que nos llevará a la propia responsabilidad . Entonces, desde la perspectiva de Demmer, dado que el cristiano se mueve en un contexto pluralista, se ve en la necesidad de vincular fe y acción que supone entender el sentido de las normas y exigir una obediencia inteligente; es decir, es importante que la formación de la conciencia se haga con sinceridad. ¿A qué nos debe llevar esto? A comprender que es necesario que la persona se atenga “a las normas insustituibles que le dicte su propia conciencia moral” . Lógicamente esto último supone reconocer que el cristiano tiene una responsabilidad con respecto al mundo, la cual se traduce en la construcción del bien común, donde es necesario que se dé una educación madura y adulta que ayude a entender que la libertad de conciencia no es sinónimo de vía libre para la arbitrariedad o para hacer lo que se me ocurra sin más.

La responsabilidad se expresa en la opción fundamental que realiza cada ser humano; es decir, “la persona debe decidir el significado último y definitivo que quiere darle a su vida y en función del cual nacerá un estilo determinado de conducta. La autodeterminación libre del ser humano se realiza primaria y principalmente en esta capacidad para elegir su proyecto y destino. Esto es lo que se ha llamado la opción fundamental” . Jesús no pide un cambio cuantitativo, sino cualitativo o formal; es decir, el seguimiento de Jesús está determinado por el Reino de Dios que llega con el mismo Jesús, y que invita a hombres y mujeres a tomar una opción fundamental que se plasma no en las actitudes morales que son disposiciones adquiridas que generan reacciones positivas y negativas en el transcurrir de la existencia; sino que, el seguimiento trata de imitar los mismos deseos de Jesucristo. De esta manera, la opción fundamental se remite al proceso de conversión que no es sólo voluntarismo. La vida del cristiano pasa por la conversión para acoger y comprometerse con el proyecto de Jesús que es el proyecto del Padre, «porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad sino la voluntad del que me ha enviado» (Jn 6, 38) mediante el don del Espíritu .

La opción fundamental acontece en la medida en que la persona hace una opción por el amor cristiano y se verifica en la relación con los demás; es decir, quien opta por el otro está optando por Cristo y por su propuesta existencial. No obstante, la opción fundamental se puede manifestar en sentido contrario, negativo que es la opción por el no otro, la cerrazón en sí mismo, la negación de la gratuidad y la envidia que conduce a la violencia. Con René Girard se afirma que las formas de imitar a los otros llevan a la violencia, porque los seres humanos siempre se imitan unos a otros deseando lo que el otro desea; es decir, se pasa de desear lo que el otro desea, de considerar al otro como modelo a verlo como un rival y obstáculo para lograr el cumplimiento de sus deseos .

Esto se diferencia y aleja del seguimiento de Jesús que trata de imitar los mismos deseos de Jesús que es el Reino de Dios con los que mas sufren, los más débiles, los que viven las injusticias, etc. Por tanto, la opción fundamental se tiene en términos de elección de una disposición para ser transformado desde lo más íntimo de la propia subjetividad: los deseos. Es una disposición espiritual y de discernimiento permanente en la existencia humana que permite experimentar al otro. A este nivel, se está en el orden de lo existencial en donde la radicalidad de la experiencia no se fundamenta en el conocimiento ni en la contemplación, sino que aparece como deseo insaciable más allá de toda necesidad. Aquí, el verdadero deseo, es aquel en que lo deseado no llena sino que ahonda el deseo.

En este sentido a partir del Concilio Vaticano II se plantea que, la Iglesia ha considerado siempre como norma suprema de su fe la Sagrada Escritura unida a la tradición, ya que, inspirada por Dios y escrita de una vez para siempre, nos trasmite inmutablemente la palabra misma de Dios; y en las palabras de los apóstoles y profetas hace resonar la voz del Espíritu Santo (…) La teología se apoya, como cimiento perdurable, en la Sagrada Escritura unida a la tradición; así se mantiene firme y recobra su juventud, investigando a la luz de la fe la verdad escondida en el misterio de Cristo. La Sagrada Escritura contiene la palabra de Dios y en cuanto inspirada es realmente palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el alma de la teología .

El seguimiento de Cristo es inconcebible sin la idea de la responsabilidad porque los seres humanos estamos invitados a ser solidarios y responsables del Reino de Cristo. De esta manera, “la moral cristiana culmina en la viviente comunión del hombre con Dios, en la relación creada por la palabra de Dios y la respuesta del hombre: en la responsabilidad” . Y en Cristo, la vida moral alcanza el valor de una respuesta a Dios. Respuesta que implica a la persona a la praxis coherente o a la negación. Es aquí que se hace necesario del discernimiento moral que permitirá visualizar que las situaciones de injusticia, insolidaridad y de pecado son una mímesis negativa que producen exclusión y destrucción del otro. Se trata del pecado como deseo personal, pero a la vez –al mismo tiempo- es el fenómeno social de la imitación de la injusticia o de la violencia. Por ello, afirma el Concilio Vaticano II: “la profunda y rápida transformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura vivencia, se conforme con una ética meramente individualista” .

5. A modo de conclusión

El reto más grande para la moral de hoy es que la moral aunque es humana y religiosa, debe superar el carácter autoritario y heterónomo que tiende a un comportamiento infantil; y se crezca hacía una autonomía adulta que conozca las razones de su actuación. En este aspecto las ciencias humanas –psicología, sociología, antropología-, han ayudado y ayudarán a describir el mundo de las motivaciones interesadas ocultas en el interior y el camino hacia una actuación más consciente y por ende más autónoma y madura.

En el juicio personal de valor el reto es de vivir en un equilibrio, para no ir al extremo del legalismo exagerado, donde solamente se aplica la ley a la realidad o por el contrario vivir un subjetivismo que niega la objetividad de los valores apoyándose únicamente en la propia decisión. Se deben armonizar ambas dimensiones, la personal y la objetiva -en este punto el magisterio de la Iglesia, como orientador y no impositor, tiene una especial importancia -.

Estas reflexiones nos llevan a concluir que lo más importante no es que el individuo sea bueno cumpliendo unas determinadas normas de comportamiento que hasta podrían darse en animales domesticados. La educación moral debe orientarse a lo largo de todo un proceso evolutivo hacia la conducta autónoma, madura, y en el creyente con un anexo de cristocentrismo, pues su referente es Cristo, su vida y evangelio. La moral cristiana en ningún caso debe estar reñida con la autonomía del adulto creyente, antes bien debe ser una orientación, y no un obstáculo hacia esa meta de autenticidad y autonomía desde el seguimiento de Cristo .

BIBLIOGRAFIA

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