Hace poco que me he dado cuenta que desde hace mucho tiempo he admitido como absolutas una porción de opiniones que tratan de reflexionar sobre la interculturalidad e intra-culutralidad. Pero partiendo de la experiencia que tuve en estos días, cuando dolorosamente alguien que creía conocer mejor sobre una identidad cultural, erró abismalmente cuando trataba de imponer sus categorías culturales al otro, resultando en una cancamusa e incomunicación completa. Me ha parecido muy oportuno hacer esta reflexión y de hecho ruego poner en juego la relación al tema un aspecto puntual: la formación, comunicación e intercultural del sujeto llamase A y del sujeto B. En este sentido partimos de una afirmación: “existe un abismo entre el sujeto A y el sujeto B”.
A partir de lo que podemos definir como la semiosfera ( el campo científico que trata de los sistemas de comunicación dentro de las sociedades humanas) y de la comprensión del hombre como un ser constituido por el lenguaje, quiero explorar una hipótesis a seguir la cual plantea que las semiosfera del formador y del formando son en algunos puntos tan distintas que puedan impedir la relación de la una con la otra… es decir, pensamos que la configuración subjetiva y el ordenamiento simbólico se realizan de manera diferente en el formador y en el formando lo cual dificulta de manera importante el proceso de comunicación y entrelazo entre ambos sujetos.
La destitución, en la sociedad contemporánea, de la figura de autoridad implica cambios sustanciales en la relación Cultura A - B. Es muy complejo pretender que el Sujeto A (Configurado y constituido en su propia semiosfera) pueda dejarse “colonizar” o “invadir” con ideas impuestas por el sujeto B. Allí la lógica de las “semiosferas” que por temor o fuerza se imponían sobre la del sujeto, pierde toda vigencia, pues asistimos a una construcción colectiva del conocimiento cultural mutuo. De hecho, los procesos formativos e interculturales actuales sufren una profunda transformación pues se está pasando de una comunicación soportada fundamentalmente en el texto escrito y en la tradición oral, a una comunicación en la cual los sujetos entablan valores culturales y autóctonos y ya ambos comienzan a tomar el protagonismo.
De esta manera me atrevo a señalar que sólo puede existir un real proceso de formación, comunicación e intercultural si:
Se comprende que cada quien pertenece a una semiosfera diferente. Reconocer la diferencia.
Se encuentran puntos comunes en las periferias de cada una de ellas que permitan un acercamiento de la una con la otra.
Se está dispuesto a descentrarse para dejarse permear por la otra semiosfera
Se reconoce la otra semiosfera como válida, como auténtica.
Se respeta la diferencia… no se puede pretender convertir a la otra semiosfera (A) en un clon, en otra semiosfera a “imagen y semejanza” del “ideal” (B).
Se está dispuesto a establecer una relación reciproca y bidireccional entre los actores del proceso.
Se comprende que las estéticas que se ponen en juego en el proceso formativos e intercultural son diversas y complejas lo cual implica un esfuerzo por parte de los actores para entender que coexisten sensibilidades distintas, por lo tanto modos particulares de relacionarse con la realidad.
Se escucha al otro… si se propician unas condiciones tales que permitan, a partir de la escucha, la renovación de la propia semiosfera.
Es fundamental comprender que en el proceso de la interculturalidad se pone en juego, a través de la producción de sentido que se genera en el proceso mismo, tanto lo individual como lo social, lo sincrónico como lo diacrónico, la tradición como la innovación, lo estático como lo cambiante. En este sentido se plantea que la historia humana y comunitaria puede presentarse lo mismo como repetidora de unas mismas estructuras como impredecible
A partir de esta afirmación... Aunque el lenguaje cumple determinada función comunicativa [...] en el sistema de la cultura se le asigna un papel más: armar a la colectividad con la presunción de comunicabilidad, desarrollar una posible salida a la problemática actual de algunos ya no rebeldes con o sin causa sino apáticos frente al conocimiento y al los procesos interculturales. Es decir, a través de una comprensión más amplia del lenguaje, identificar elementos que permitan construir una comunidad de sentido, compuesta por hombres y mujeres que permitan un intercambio real, afectivo y efectivo de saberes y conocimientos para el bien de la construcción del reino.